Hace dos noches atrás (creo) María Emilia mandaba un mensaje de tessssssto que decía más o menos así:
"Ey, cuando vamos a ver La Renga!? Perdonen, tengo mensajes gratis"
O algo así.
Resulta que yo le contesté que también tenía mensajes gratis, que podíamos estar molestándonos toda la noche. A lo que ella muy inocentemente (?¿) me propone inventar un cuento, escribiendo un párrafo cada una y mandándoselo a algunos contactos en común. Si las instrucciones fueron entendidas de ambas partes de la misma manera, Damian, Gastón, Mati, Meli, Negro y Tito, deberían haber recibido (en varios mensajes, de Emi y míos) este pequeño relato...
Cuentan por ahí que una vez existió alguien o algo que entendía lo que muchos no podían siquiera comprender. Cosas locas de la vida este ser, que no lograba salir de ese total equilibrio entre lo malo y lo bueno, entre amar y odiar. Desdichado el pobre.
Muy acongojado un día decidió experimentar sensaciones nuevas. Quiso llorar de bronca, de emoción... quiso saltar de felicidad y correr de ira...
Pero todo le costaba el doble. Querer sufrir lo llevaba a la comprensión, al entendimiento, viendo cosas buenas. Enojarse lo hacía pensar que no es necesario, que lo interesante de la vida no está nublándose con ira. Hasta amar lo hacía volver a rependar diciendo que ese extremo también te nubla las otras emociones. ¿Qué podía hacer un hombre así?
Tanto percibir tantas cosas ajenas al resto del mundo este hombre buscó una forma de evadirse, creando figuras psicodélicas.
La psicodelia y las drogas jipis hicieron de este hombre un ser aislado del resto, chupado por esta sociedad consumista y cerrada, e hicieron de él un requecho, una sobra.
Ahora sí había conseguido lo que quería. Sentía cada cambio en el ambiente, pero lo sentía de forma extrama... casi de forma enfermiza.
Su empeño por salir del neutro lo transformó en polos, en extremos. Que a tal punto le mostraron qué significan esos sentimientos que nunca había sentido, y que sólo conocía en palabras.
Continuara...